Han llegado tres respuestas a la Redacción sobre este debate que abrió el lunes pasado el profesor Víctor de Miguel. ¿Y tú qué opinas? Si quieres darnos tú también tu opinión, hazlo libremente. Escribe a info@yogaenred.com
Opina Liliana Posso:
Soy de Colombia. doy clases de Yoga en la ciudad de Cali. Mi opinión personal es que, hagan o no falta profes de Yoga, no es lo más importante. Es prioridad de cada ser que se dedica a enseñar -aprender dos veces- hacerlo con plena conciencia de que es un puente, un vehículo, un guía, de los maestros y sus enseñanzas ancestrales.
Cada vez que me paro frente a las alumnas cierro los ojos por un instante y evoco a los maestros que en ese momento quieran hacerse presentes y dirigir -me- la sesión.
Soy totalmente consciente de que el cuerpo y la mente en esa sesión están ausentes de todo ego, y si este se hace presente,»me doy cuenta» y prosigo siendo vehículo y puente.
Para mí, la sesión de Yoga como guía es un aprendizaje total en atención plena. Generalmente fluyen las posturas, las pausas, el silencio, la observación detallada sobre la alineación de una pierna, del torso, del cuello o el rostro.
Es un viaje al presente y una invocación constante a través de la inhalación y la exhalación.
Así que si hay muchos o pocos profesores no de es de mi interés ni mi prioridad ahora. Namaste.
Opina Montse Lominchar:
Hace como un mes llamó al centro una joven; no digo nombre ni de qué pueblo era. Me preguntó si dábamos cursos de formación y que si se tardaba mucho en tener el título (tenía prisa), si era muy difícil… Nunca había practicado Yoga, no sabía qué era, en qué consistía ni nada de nada sobre el Yoga, solo que en el ayuntamiento donde daba clases de mantenimiento y Pilates estaban «diciéndole» que “tenía” que dar clases de Yoga… Después de hablar con ella, explicarle lo que pude y ayudarle a hacer una reflexión sobre si ella quería o no formarse como profesora de Yoga o prefería dedicar su tiempo a algo con lo que se sintiera más identificada, me dio las gracias de una forma muy efusiva por ayudarla y me dijo que, realmente, no quería estudiar Yoga.
Me entristeció saber que hay personas que dan clases de Yoga sin tener vocación, convicción y sin haber integrado la filosofía en su propia vida, sin que se sientan felices de transmitir tan delicada y profunda técnica en gimnasios que ofrecen «yoga» como una actividad más…
Opina Ramiro Calle:
Hay una verdadera inflación de profesores, en el sentido de que tantos son los que se hacen profesores que finalmente no encuentran trabajo y se sienten muy frustrados y apenados, pues han invertido una buena suma, a veces escandalosa, en formarse, en el afán de vivir de lo que les gusta, y luego no resulta factible. O lo que es mucho peor y creo que es un deber denunciarlo: que haya centros y estudios donde se explote a los instructores llegando a pagarles por sesión diez euros. Aún es mucho más censurable que un centro de Yoga cobre a sus alumnos y no pague a sus profesores. Y, por supuesto, que los profesores no estén dados de alta, como es obligatorio.
Hay que evitar la inexcusable explotación de aquellos que, muy ilusionados, están dispuestos a pasar por todo con tal de dar clase, porque eso permite el abuso y se extiende luego a otros profesores de Yoga. Los que pasan por todo se hacen un flaco favor a sí mismos y a los demás. Es honesto y necesario avisar de todo ello a quienes se forman, para que no tengan falsas y luego muy frustrantes expectativas. Asimismo, sería aconsejable que los que forman abaratasen los elevados precios que se exigen, máxime en las difíciles condiciones que se están viviendo, pues el Yoga es ante todo generosidad y compasión.