Una de las frases que más repito a los alumnos nuevos (imagino que como la mayoría de profes) es: “Las instrucciones físicas que yo te cuente es lo que más vas a escuchar aquí. Pero lo más importante es, por este orden: 1º que, respirando, escuches a tu cuerpo; 2º que escuches a tu cuerpo; y 3º que escuches a tu cuerpo mientras respiras… y que sea divertido… (Mejor pon eso 1º)”. Escribe Roberto Rodríguez Nogueira.
Hace años empleaba mucho la palabra “negociar”. Las posturas son una negociación entre lo que el profesor propone biomecánicamente y lo que el cuerpo del alumno alcanza ese día con estabilidad y comodidad. En una clase inolvidable me encontré a una alumna maravillosa tumbada, con una sonrisa radiante, en un Savasana (postura de relajación final) de libro mientras todos los demás se calzaban, con marcial euforia, todos los Saludos al sol reglamentarios y un especial guerreros entre pecho y espalda. Como ver a Marylin tomando el sol (gafas de corazón, sonrisa carmesí, copa con sombrilla) en la playa del Soldado Ryan.
-¿Qué haces, Esther? -pregunté sorprendido porque la sabía desafecta al cannabis.
-Estoy negociando -dijo aumentando la sonrisa.
…Momentos así hacen de este oficio el más bello del mundo. El mejor alineamiento en un guerrero que he visto en mi vida.
… Y yo debería escribir sobre biomecánica, pero es que me viene a la cabeza el alumno nuevo, educado, aplicado, silencioso, analítico, que con más razón que un santo en un momento de su primer mes explota.
-¿Y esto relaja? -En el 15º Saludo al sol o en Trikonasana (“rota externamente los fémures, inserta su cabeza en la fosa del acetábulo, presiona el cóxis hacia delante elevando el suelo pélvico… íliones en el mismo plano vertical, mete las costillas).
-¡Claro!… -llegados a este punto mantengo una pausa dramática… Entonces les aplico el viejo chiste (seguro estoy de que es muy usado en el gremio, incluso de que lo inventó un profe, de Bilbao).
-Escucha amigo: Gorka le dice a Patxi: «Y digo yo, Patxi, que vaya que… que vaya que si te la cascas». Y Patxi responde un poco azorado: «Vaya, Gorka, ¡qué preguntas!… Pues sí, hombre sí, como todos». Y Gorka: «¿Y usas algún método o sistema pues?». Y Patxi, bajando la voz: «Un yunque y un martillo». Y Patxi: «¿Y gozas?». Y Gorka, feliz: «¡Cuándo fallo!».
Vale más la sinceridad que la técnica
He descubierto, tras riguroso y sostenido análisis, que este chiste-sutra-koan relaja más que todo el alineamiento del mundo (y también que todos los saludos al sol, a la luna, a las constelaciones…). Parece que para relajarse hay que aprender un arte sofisticadísimo, y en realidad no es así. Sólo hay que dejarse. Sólo hay que fallar. Y si algo sabe alguien que se inicia en Yoga es dejarse. El hecho de que esté allí ya lo demuestra. Ha dejado todo lo que conoce por algo que no. Y por ser principiante, es experto en fallar. Va a eso, a fallar y a relajarse. ¡Ale Gorka…!
Otra cosa es que el profesor entienda cómo mostrárselo. Ése es el arte del profesor, y aquí vale más la sinceridad que la técnica. Y la sinceridad es que relajarse es dejar de hacer lo que sobra como si fuese esencial, y esto, en un alumno nuevo, sinceramente, incluye el alineamiento. No en un alumno añejo, que ya va siendo un entendido en alineamiento y para él eso ya no es algo que sobra, sino lo que va sosteniendo todo el edificio.
A los alumnos nuevos les explico que para estresarse hay que usar la imaginación, y para relajarse, lo mismo. No hace falta que lo explique, ellos ya lo saben. He visto cosas que un libro de anatomía yóguica no se creería. He visto reclutas en Trikonasana a medio camino entre la subluxación de rótula y cadera, la tortícolis y la asfixia ¡sonriendo como bebés! He visto novatos atacar saludos al sol arriesgando bizarros sus lumbares, sus muñecas, incluso su nariz, en el mismo salto atrás, con un gesto de determinación concentrada que Patanjali le habría puesto “me gusta” en el Facebook.
Y todos esos momentos de terror puro (que los profesores vivimos a cámara lenta en plan “Nnnnnnuuuuuuooooooooo” desde el otro extremo de la sala) me han enseñado una cosa: si lo dejas a su caer, un alumno nuevo es capaz de ser feliz sin alineamiento. Sólo por “estar en Yoga”. Sólo por dejarse un rato para sí mismo y confiar en que aquello que se le enseña funciona. Sólo por atreverse a ir, vestirse de corto y dejar de hacer lo que hacía para estar estresado. Sólo por haber fallado en ser perfecto y descansar reconociendo que necesita ayuda. Sólo por imaginar que “el Yoga” es lo que necesita. ¿Quién es el profesor para cambiarle la felicidad por conceptos biomecánicos?
Entonces, ¿por qué el alineamiento es tan importante?
Porque para hacer del Yoga un sistema con el que te puedas ganar la vida hay que fidelizar a la clientela, y el alineamiento postural es muy difícil de aprender (muchos meses o años de cliente fijo refinadamente insatisfecho)…
Bromas aparte, un alineamiento absoluto no es necesario para experimentar los beneficios del Yoga, pero aprender el arte de la biomecánica desde la práctica del Yoga da una nueva dimensión a la existencia, no ya sólo a la relajación… Y en algún momento un alumno deja de ser nuevo y necesita llegar más lejos.
El profesor, ¿un payaso?
Una postura de Yoga sin una base biomecánica precisa será eficaz en estiramientos localizados, no relacionados con el resto del cuerpo. Muy eficaz, probablemente para un principiante. Este estado puede ser muy satisfactorio y relajante, pero sin un profesor que vaya guiando al alumno a una percepción más profunda de la experiencia, sin refinar la atención biomecánica, la postura no pasa de ser eso: un estiramiento localizado, no una danza entre la acción, la reacción, la presión y el estiramiento, el empuje y la liberación, el punto y la expansión espiral (ha-tha, los contrarios que fundamentan el Hatha yoga o Yoga físico). No habrá integridad. La postura no desenvolverá todo su potencial sanador y flipante (esto coloca mucho más que la maría).
El alineamiento correcto multiplica las posibilidades del juego y despierta una devoción por la inteligencia del cuerpo, más certera e inmediata que cualquier palabra que intente calificarla. Nos abre a reconocer una suerte de perfección íntima que siempre ha estado ahí pero que hay que ganarse con un esfuerzo positivo. “El templo es el cuerpo”, que dijo un chico indio con cejas muy muy peludas al que hay que escuchar.
Creo que no hay que agobiar con las herramientas del Yoga, ásana, vinyasa o pranayama, a los nuevos alumnos. Creo que hay que desintoxicar al alumno que empieza a enamorarse más de ellas que del estado que provocan (como limpiar el coche y luego no querer que se suban los niños porque lo manchan… y traerlos del cole corriendo al lado como los escoltas del presidente). Creo que los profesores a veces debemos rebobinar los últimos diez minutos para ver si nos entendería un niño de cuatro años, y si al niño le sale humo por las orejas, creo que deberíamos dedicar los diez siguientes a hacer payasadas y cosquillas hasta que duelan las mandíbulas.
¿Un profe de yoga debe ser un payaso?… Absolutamente.
Y visto lo fácil que me resulta seguir con esta rigurosa serie técnica de artículos sobre conceptos físicos esencialísimos, para el próximo pediré la ayuda de mi secretaria Gertrudis Soldevilla, hija de institutriz británica y sargento del tercio, que impondrá ejemplar disciplina en mis palabras.
Quién es
Roberto Rodríguez Nogueira es profesor de yoga, blogger y escritor.
http://yogavalladolid.neositios.com/