Roberto Rodríguez Nogueira indaga en los «Conceptos físicos básicos», esos cimientos esenciales de la práctica yóguica que a menudo se resuelven en clase con instrucciones mecanizadas y superficiales. En esta primera entrega, con mucho humor como siempre, nos habla del «enderezamiento vertebral».
Rapo mis barbas y las ofrendo, avergonzado, a los dioses por atreverme a hablar de algo de lo que otros saben mucho más que yo. Pero como dice Néstor Luján: “Enseñar es aprender dos veces”, y de esto último necesito mucho. Me endulzo pues la lengua con miel y vino blanco de Rueda para decir palabras gratas y certeras.
Pongámonos serios… Inhalemos profundo y digamos: El alineamiento consiste en el refinamiento progresivo de tu relación personal con tu apoyo sobre la tierra, dentro del aire en el que te mueves y que también penetra en ti, a través de las masas (casi) líquidas de tu cuerpo mientras te estiras hacia el cielo. Debe ser lo más natural, espontáneo y económico posible, lo menos complejo y artificioso… Y te encantará.
Hasta aquí la teoría. Ahora veamos cómo la destrozamos a conciencia.
El alineamiento físico, que debe ser la exudación natural del ligero espíritu en su tránsito en la materia, puede fingirse notablemente bien a través de un complejo estudio que nos hará parecer leves ángeles acariciando el suelo, estivales golondrinas besando arroyuelos o míticas montañas de elevadas cumbres y profundas raíces. Lo bueno del arte de fingir es que si lo practicas a conciencia harás algo más que parecer. Te sentirás como un ángel, como una golondrina, como una montaña, incluso (inexplicablemente) como todo ello a la vez. ¡Finjamos hasta remontar el vuelo!… Y en Yoga se finge respirando bien, recuérdalo todo el rato: no finjas la respiración, eso mata.
Debes recordar siempre que el arte de la ligereza forma parte de tu herencia biológica. Estamos diseñados para encajar nuestro peso en el aire y la tierra sin notarlo, para desplazarnos sin apenas darnos cuenta, lo mismo que respirar, lo mismo que digerir. No se trata de mejorar nuestra movilidad sino de reconocernos como el bloqueo que ponemos al paso de la naturaleza y liberarnos de ese papel. Se trata de dejar que tu cuerpo se ajuste en el instante y en los elementos: tierra, agua, aire, fuego, movimiento, armonía, éxtasis (o énstasis, que dice Dragó).
¿Y cómo conseguir esa naturalidad que nos es propia? Pues practicando naturalmente… hasta aburrir a las estatuas, hasta que las ranas críen pelo. En una palabra, la palabra: Técnica, que en griego (tecné) quiere decir “arte”.
- 1ª clave: El alineamiento de la columna.
- 2ª clave: El alineamiento de la columna se hace desde las extremidades.
- 3ª clave: La respiración es parte esencial del proceso.
- 4ªclave: Estabilización y dinámica. Sujetar para moverse y moverse sujetando.
- 5ª clave: Esto es Yoga. Alinear la columna es para un yogui un proceso de liberación energético. Se realiza con honestidad, sensibilidad y firmeza y se percibe como expansión, integración, calma, “enstasis”. El “arte” en Yoga no es lo que haces, sino desarrollar tu percepción de lo que “recibes” al hacer eso que haces.
(Una nota: La “clase” de Yoga que te voy a administrar, si te dejas, sirve para mucha gente, pero todos somos más excepciones que reglas a un cuerpo teórico y una columna vertebral de libro. Un ojo experto desde fuera te indicará todas estas acciones de una manera muchísimo más simple y eficaz para tu propio cuerpo).
Y ahora, a saltarme el guión.
PRIMERA CLAVE (donde todas las demás se unen):
La columna, vista de lado, tiene curvas. Aplanarlas no es correcto. ¿Qué habría sido de Nefertiti o del perfil de Mónica Bellucci? Lo correcto es reconocer la propia forma de la columna y, con ayuda del profesor, aprender cómo fortalecerla y estirarla de manera íntegra para obtener tu mayor beneficio. No hay dos columnas iguales, si bien, por lo general, suelen ser notablemente parecidas si se miran a bulto.
Y ahora yo debería hablar de las curvas de la columna, del número y forma de las vértebras, de que a algunas les salen costillas y de los discos intervertebrales… pero otros lo dicen mucho mejor, así que te voy a contar lo que me sirve en mi práctica y en mis clases: Samastitihi o Tadasana. La postura de Atención, o de la Montaña.
SEGUNDA CLAVE “desde las extremidades” y TERCERA “respirando”
1.- De pie, recomiendo pies juntos (en cuyo caso juntas en lo posible rodillas, tobillos, talones y borde interior de la base de los dedos gordos) o, si no se puede, paralelos, separados como mucho un pie de distancia.
-No puedo juntar las rodillas.
-Yo no puedo juntar los tobillos.
-Si junto los pies me caigo.
-¡¡¡A mí me pasa todo eso!!!
Esto es Yoga. Las instrucciones son invitaciones, no un mapa que hay que seguir obligatoriamente. Obviamente, los tres primeros alumnos sólo necesitan encontrar una posición estable y cómoda aunque no lleguen a juntar el nosequé con el nosecuál. El cuarto alumno debe moderar sus libaciones.
Seguimos con la clase:
Inhalando levantas dedos, luego talones, luego dedos de nuevo dejando los dedos de los pies en el aire mientras afirmas sobre el suelo tanto talones como la parte ósea tras los dedos de los pies. Exhalando posa los dedos, separados si se dejan. En la misma exhalación, como si cerrases una cremallera, tiras de los muslos hacia las ingles elevando las rótulas, a continuación deslizas, con suavidad, el sacro hacia abajo. Fíjate que delante de un espejo tus rodillas deberían verse paralelas, que no bizcas. Es muy posible que reconozcas la necesidad de un movimiento de rotación interna en los muslos, junto a la acción citada de tirar de ellos hacia arriba. Esta rotación refleja y potencia tu pisada en la base del dedo gordo (un punto de apoyo clave desde ahora mismo y para el resto de tu vida) con el arco plantar graciosamente levantado en sus lados interno y externo. Un mundo nuevo de sensaciones al alcance de tu mano… de tu pie.
…Seamos realistas.
Si puedes hacer todo eso tal y como lo has leído, desconfía. O eres un profesor que se ha confundido y se ha metido en una clase para principiantes, o te estás engañando con todo éxito. Pero tranquilo, mi desconocido adepto (André Van Lysebeth lo decía mucho, mola). Lo importante, si eres principiante, es que sea entretenido, no que lo hagas “bien”.
En un mundo ideal, haber colocado la masa de la pelvis al deslizar el sacro hacia abajo, (yo suelo decir «empujar suavemente el coxis hacia delante”, parece que marca un sentido más claro. Para que no tengas dudas: es como un afirmativo y exultante empellón sexual, pero en suave y a solas). El haber colocado la pelvis, decía, sobre unas piernas que empujan correctamente el suelo debería hacerte sentir que tu peso va cayendo en el centro de la planta de los pies, en la clave del arco, no en los talones, no en los dedos, no en el borde exterior, no en el interior. Todo bien repartidito.
-Es que tengo los pies planos…
Todos necesitamos instrucciones personales: por la pelvis en retroversión, por los pies planos, por las compensaciones de años… Sólo un profe que te vea hacia dónde caes puede enseñarte las acciones exactas que tú necesitas. Si no te veo sólo puedo decirte: intenta presionar el suelo equitativamente con toda la planta prestando atención a hacerlo con la base del dedo gordo y enderezando, lo más posible, tu tendón de Aquiles mirándolo en un espejo (cosa compleja, por cierto…).
Colocar la masa de la pelvis o deslizar el sacro con los pies sobre el suelo sin compañía sexual (real o imaginaria) que te distraiga de tus deberes yóguicos, debe haberte puesto en contacto con tus abdominales, al menos en su sección inferior; también puede haberte puesto en contacto con tus glúteos y con tus ingles.
-¿Hay que apretar el culo, jefe? -me preguntan los alumnos refiriéndose normalmente a los glúteos, no a una suave succión, refinadísima, del suelo pélvico que verán en clases posteriores… si siguen viniendo a clase; el profesor despistado sabe que hablo de los bandhas- Y me ponen en un aprieto a mí también. La pelvis es la base de la columna vertebral. El apoyo-impulso que efectuamos a través de las plantas de los pies ha de haberse conducido a través de las piernas hasta ella, y ella, la pelvis, en un firme estado de gracia y ligereza que refleja el de los pies, debe transmitir ese apoyo o empuje a cada vértebra, como el corazón impulsa la sangre o el diafragma empuja el aire que respiramos, o el invierno al otoño… El problema es que eso lo da la práctica, el arte, la tecné. Hasta entonces, a veces, muchos deben apretar los glúteos para estirar unas ingles demasiado tensas como recluso nuevo en ducha carcelaria… Sin embargo, la técnica (arte) correcta no es apretar los glúteos. El movimiento de la pelvis debería dirigirse, por seguir con la imagen educativa, más bien con la sutileza aplicada al manejo del jabón en las instalaciones citadas. Demasiado fuerte o demasiado flojo, y colocarse la pelvis será algo que haga otro.
Colocar la pelvis implica una succión de la parte inferior del abdomen, un remeter el bajo vientre, un (en fino) ajuste del transverso. Esto es “muy fácil” de ver en la postura del Puente con apoyo de brazos al levantar el culo del suelo y al volver a posarlo vértebra a vértebra (para entendernos, en la postura del misionero: cómo se mueve la persona de abajo; borra de tu imaginación a la de arriba y te acercarás bastante). ¿Vas entendiendo el porqué del celibato en Yoga? Muchas posturas se visualizan mejor con compañía, pero si no abstraes esa compañía de tu imaginación no será la columna lo que endereces.
En este momento de la clase los alumnos más dedicados y obedientes caen con ruido sordo. Por hacerme caso llevaban un buen rato sin respirar. Como ves, en Yoga no hay que hacer caso de todo lo que el profe te diga.
2.- Inhalando, sosteniendo todas las acciones citadas en 1, deja que tu caja torácica se expanda… pero no de cualquier manera, como dijo Joseph Pilates un frío día de noviembre en Nueva York: la naturaleza no revela sus secretos sin esfuerzo. Esta inhalación natural que ahora tomas debe expandir tu caja torácica en todas sus dimensiones, no sólo hacia delante. Tu abdomen no debe expandirse porque los músculos que lo recubren están trabajando para ayudar a fortalecer y estirar tu columna: los músculos abdominales (con el transverso, ese músculo recóndito de nombre reveladoramente atravesado) sostienen el abdomen desde la parte delantera de la pelvis para que no saques culo curvando aún más la zona lumbar. Para lograr esto con total eficacia, también deben sostener la parte inferior de tus costillas, con lo que al respirar, no debes proyectar estas costillas hacia delante arqueando la espalda, debes sostenerlas (no es el momento de fingir tres tallas más de sujetador)… las costillas. Observa cómo la caja torácica se expande lateralmente.
3.- Exhalando: cuelga, querida adepta, los hombros de la percha de las clavículas-omóplatos rotándolos con delicadeza hacia delante, arriba y atrás, poniendo cuidado en bajarlos manteniendo los omóplatos bien pegaditos a la espalda y dirigiéndolos hacia la cintura. Entonces rota los húmeros (el hueso entre el hombro y el codo) hacia fuera suavemente y el antebrazo hacia dentro. Las palmas suavemente estiradas abriendo ligeramente los dedos terminarán mirando hacia tu cuerpo. Una espiral. Ya llevas varias. Otro día hablamos más de esto de los muelles y las espirales.
En esta misma exhalación en la que has colgado los hombros de su sitio más natural (¡Ja!) aprovecha para colocar (por supuesto, de manera natural, ¡deja de apretar la mandíbula, las cejas, las rodillas entre ellas, el culo… que no te va a servir de nada!, ¡y respira como puedas pero respira, si no te da tiempo a hacerlo todo en las respiraciones que yo te pido!)… De manera natural, decía, querida adepta, aprovecha para colocar la cabeza, mentón dentro, coronilla arriba, estirando las vértebras cervicales como casadera virgen victoriana paseando con el libro de salmos sobre la cabeza.
Lo más probable, si es tu primera vez, es que hayas puesto los hombros tan atrás y abajo que los omóplatos se solapen uno sobre otro: sepáaaaaaralos (sin adelantar los hombros). Lo más probable es que al encajar los hombros-omóplatos hayas sacado pecho elevando las costillas inferiores y olvidando todo lo que hemos hablado, tu y yo, en el punto 2. Vueeeelve a meter costillas. Lo más probable es que también hayas soltado la pelvis, con lo que habrá vuelto a volcarse hacia delante, con la tripa fuera, arqueando la zona lumbar. Coloooooooca la pelvis. Lo más probable es que tu pisada haya vuelto a ser la natural, pero la natural tuya, no la natural artística yóguica de la muerte con los arcos plantares ligeros y fuertes como las vidrieras góticas que sostienen catedrales… Piiiiiiisa hacia dentro girando suavemente los muslos hacia el interior tirando hacia arriba de las róooooootulas.
Y si no, finge. Haz como que lo disfrutas a tope (agradecemos todos evitar metáforas sexuales aquí).
En serio que lo digo: disfruta, al menos de estar en clase aprendiendo las vocaaaaaaaaales. Disfruta de pensar con el culo, que es la manera de despertar la percepción de la pelvis (la cabeza no da para tanto, te lo aseguro). Disfruta de la sensación de perderte en tu cuerpo y cree en la promesa del Yoga: si te quieres encontrar, reconoce que estás perdido. Verás qué fácil es esto último. Vas bien. Como dijo Juan de La Cruz una fría mañana salmantina: “Para ir adonde no sabes has de ir por donde no sabes”.
Haz una foto mental: date cuenta de los movimientos que realizas para sostener este edificio. Pues todos esos movimientos van a cambiar tanto que a veces se van a transformar en sus contrarios cuando empieces a moverte (este aspecto ilustra perfectamente la CUARTA CLAVE: Estabilización y dinámica. Sujetar para moverse y moverse sujetando).
Una clave esencial en la práctica es movernos manteniendo el alineamiento correcto del tronco, los espacios que hemos abierto, pero lo que antes era un empuje muscular en un sentido, ahora, para sujetarse, requerirá acciones musculares diferentes. Fíjate que, por ejemplo, que al inclinarte en una flexión hacia delante (tronco a 90º de las piernas), en vez de, como hacías, dirigir el coxis hacia el pubis suavemente (movimiento sesual), tendrás que hacer lo contrario: pubis hacia coxis para mantener la zona lumbar colocada, o si no se arqueará y la catedral colapsará estruendosamente (si estás en una clase de yoga Iyengar el grito del escandalizado profesor, en el otro rincón de la sala, quedará registrado en los sismógrafos de Pune, donde Maese Iyengar -mi héroe- controla todo el alineamiento del planeta sin despeinarse -más- las cejas, y quedarás súbitamente colocado).
Si en esa flexión adelante te pasas en lo de pubis hacia coxis sin saber frenar porque tus articulaciones son más sueltas y desprendidas que las cuentas de Bankia, arquearás la zona lumbar en exceso, incluso con la misma acción proyectarás las costillas hacia delante y, ya sin freno posible ni sentido de la medida ni del decoro victoriano, sacarás la barbilla hacia delante y arriba en gesto arrogante que acabará con tus opciones de lograr un matrimonio como Dios manda. Pero tranquilos todos. Si estás en clase con un profe o profa sobones ninja se meterán en tu espacio con tal destreza, casi sin tocar, que para cuando te quieras dar cuenta habrás decidido consagrar tu nueva virginidad al Yoga para siempre, porque has visto a Dios en tu cuerpo nuevo “-¡Qué me ha hecho con qué cosa! ¡Qué me ha dejado no sé cómo, despeinada-o y sin respirar!”-. Respiiiiiira, te dirá entonces… y querrás más porque del Yoga bien hecho uno no se repone jamás. Aunque se lo haga otro.
A estas alturas se supone que estás de pie en una perfecta posición de Tadasana o Samashtitihi (o flexionado hacia adelante si se te ha olvidado subir: sube), clavándote en la tierra (al inspirar o al espirar, dependerá de la escuela de tu profesor), penetrando en el cielo, abriendo tu corazón, expandiendo todo tu espacio, liberando tus tejidos, oxigenando tus células, sintiendo que todo eres tú y que tú eres todo (espiralmente, por supuesto).
Es el momento del mantra: ¡¡Olé!!
Si puedes hacerlo mientras lees esto, eres Dios.
Déjame recordarte algo: eres Dios. Y otra cosa: la literatura universal se basa en la mentira más fantástica de todas: lee y vívelo. Tú puedes… pero es mejor que vayas a clase, mi amado adepto, con ese profesor que se ha confundido de clase y tienes ahora mismo al lado enseñándote: aprendiendo dos veces.
Quién es
Roberto Rodríguez Nogueira es profesor de yoga, blogger y escritor.