Detente por un momento a presenciar lo que está llegando a tu vida… en conciencia sin más, sin reaccionar, solo observando. Estás haciendo mindfulness, rompiendo tu cadena de sufrimiento y acercándote un poquito a la felicidad.
Igual que tu cuerpo se nutre de lo que comes y de lo que respiras, tu mente se nutre de conciencia experiencia. El flujo de esa conciencia llamada experiencia, la identidad que le pones y desde la realidad en la que lo vives, marca el sesgo de tu mente. Si pones conciencia consciente, puedes recordar más todo lo que hiciste: el último abrazo a un amigo, el olor del mar esta mañana…
Pero la mayor parte de las experiencias en nuestro cada día son experiencias “inconscientes”, que se graban en nuestra memoria implícita de manera oculta. Lo cual no implica que no construyan nuestras tendencias, expectativas, territorio y paisaje de la mente. Esta memoria implícita -oculta- es la que guarda a lo más profundo de tu ser, y cuando llega a un punto de gran acumulación de residuos, emerge como puede en el consciente.
Estos recuerdos residuales pueden ser beneficiosos o tóxicos. Buddha dijo: “Si no puedes hacer el bien, intenta no dañar”. Intentar aumentar las acciones positivas y reducir el impacto de las tóxicas o negativas en la mente es la clave… pero la memoria a veces no es la mejor aliada.
Estudios en Neurociencia han demostrado que el sesgo de la memoria es mayormente negativo en un 85% de los casos. Nuestra mente da prioridad a almacenar lo malo y a reaccionar, recordar y rememorar con un poso tóxico. Como los residuos negativos crecen, porque están en la memoria implícita -y nadie los limpia- y no podemos acceder a los positivos porque son minoría, nuestra felicidad se aleja cada día más de nosotros.
Hay experiencias que pueden parecer tremendamente horribles, destructivas y son “útiles” para crecer en inteligencia moral. La ansiedad te hace prever las amenazas, la ira te hace ser más consciente de tus límites, el perder lo que más amas hace que abras tu corazón. El dolor es inevitable, cierto; pero hay sufrimiento “útil” e “inútil”. El primero es aquel que beneficia a ti y a los otros. Positivizando la peor experiencia podemos encontrar claves de paz y armonía contigo y con los otros. El sufrimiento inútil es aquel que no tiene conciencia del para qué se expresó, y se sigue perpetuando inútilmente.
Como las experiencias negativas, la adversidad, la incertidumbre y el cambio son inevitables, cuando te tocan, te toca. Como un cáncer. Se trata de hacer emerger “expresamente” las experiencias positivas en nuestra mente. De incorporarlas a nuestra mente-memoria para convertirlas en algo permanente.
¿Cómo puedo hacer crecer lo positivo?
Mindfulness te ayuda enormemente a transformar los hechos positivos en experiencias positivas que pueden ser grabadas con conciencia en la memoria explicita e implícita. Cada día nos pasan miles de cosas buenas, pero hemos perdido nuestra capacidad de conectar con nuestra belleza, verdad y virtud… Parece como si la vida pasara porque así ha de ser.
¿Qué tal empezar a poner el foco en todos los hechos positivos que vivimos cada día? Disfruta de esas experiencias conscientemente, recuérdalas por cinco, diez o treinta segundos. Deliberadamente, no dejes que tu mente vaya hacia otro lado. Cuanto más te ejercites, más hábito adquirirás en ver lo bueno. Fija las sensaciones, emociones, percepciones, siente tu cuerpo. Libera dopamina. Intensifica suavemente, como quien sube la temperatura del termo en invierno, y convoca a tu memoria a que lo una a otros hechos positivos. Empieza a hacer sinapsis positivas, hasta que la “vinculación positiva” surja en ti. Lo notarás porque tus sentimientos de refuerzo y plenitud te inundan.
Esta simple técnica de hacer crecer el sesgo positivo en la mente también se puede usar para equilibrar y poco a poco reemplazar las experiencias o memorias negativas. Cuando tenemos dos sentimientos en la mente, se empiezan a conectar hábilmente haciendo asociaciones de la memoria. Se forman recuerdos desde lo implícito y lo explicito. La próxima vez que recuerdes algo desagradable apela a lo agradable de tu memoria y observa como las influencias positivas están tejiendo un fino hilo que cura tu dolor. Tomate distancia, hazlo desde la autobservación y desde allí hazte crecer conscientemente.
Quitar las malas hierbas para plantar más flores
Cada vez que mires tu mente observa los recuerdos dolorosos y hermosos, apela a las memorias construidas positivas y ve creando una estructura neuronal consciente y activa… que poco a poco va ir cambiando tu mente, tu cerebro y tu vida. Es como quitar las hierbas malas y seguir plantando flores. Ese material mental negativo que anida implícitamente en nuestra mente no es solo de la edad adulta; el mayor surco del sesgo negativo se produjo en la infancia. Suaviza desde lo más antiguo que recuerdes con el bálsamo cálido del mindfulness. Rellena aquello que falta, sustituye y trabájate con gusto… Las cosas negativas no se curan si no es oponiéndoles otras positivas. No es simplemente sustituir en una visualización construida y ya está, o meditar, o hacer Yoga… eso por sí mismo no funcionaria. Se trata de estar plenamente atento, abierto, curioso y hacer frente a las experiencias difíciles que has vivido pero infundiendo el material positivo nuevo conscientemente.
Prométete durante un día que vas a tirar de las memorias buenas; inclínate por lo positivo que hay en ti, y así estarás corrigiendo el desequilibrio neurológico de tu memoria. Te estás dando amor, compasión y ternura, algo que quizás no te dieron. Busca lo bueno y sonríe, brilla; no eludas lo malo. Plántale cara con memorias positivas. Que tu mente iluminada -positiva- sea tu refugio y que puedas salir y regresar siempre. Buen trabajo.
Por Koncha Pinós- Pey. Ph. D.
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