Como aquel famoso anuncio de compresas donde preguntaban a qué olían las nubes, me pregunté a qué huele el Yoga. El Yoga tiene un olor muy especial, un olor que generalmente es muy agradable a todos nuestros sentidos, no sólo al sentido del olfato.
El Yoga huele a paz, a ilusión, a calor, a salud, a amor, a esperanza, a integridad, a armonía, a amistad, a fuerza, a libertad. Sustantivos que a todos nos gustaría unir en uno solo, al igual que cuando practicamos cualquier asana, en la que buscamos la tan deseada unión de cuerpo, mente y alma que nos lleve a un equilibrio físico, mental y espiritual óptimo.
Otras veces, las menos afortunadamente, el Yoga huele a chamusquina, a podrido, cuando utilizan la palabra Yoga para buscar únicamente la unión de cuerpo, cuerpo y cuerpo y sobre todo para buscar la forma de engordar sus cuentas corrientes y pasándose por el forro Yamas, Niyamas, etc., mercadeando con algo que fue creado para el bienestar de toda la humanidad y no sólo de unos pocos.
Pero, como decía antes, afortunadamente eso sucede las menos veces, y que cada persona, elija el Yoga que elija, sea lo más feliz que pueda con su práctica sin hacer daño a los demás. Yo, como mi buen amigo Justo Injusto, opino que el Yoga huele y olerá a aquí y ahora.
Víctor de Miguel es director de Yoga Estudio Cobeña