¿Cómo ha evolucionado el yoga en los 50 años que lleva divulgando Ramiro Calle su práctica en España? ¿Cuál es, en su experta opinión, la esencial del yoga? Nos responde el más veterano y conocido maestro de yoga de nuestro país.
Ramiro Calle abrió el Centro de Yoga Shadak en 1971. Han pasado por él más de 500.000 alumnos. Recuerda que un día salieron a la calle con una unidad móvil de Radio Nacional a preguntar a la gente qué era el yoga. Y alguien respondió: ¿un jugador de fútbol?
¿En qué momento está ahora el yoga?
El cambio ha sido absoluto, pero como todo lo que se populariza y se globaliza, hay un lado muy positivo y otro altamente negativo. Lo positivo es que antes practicaban 2.000 personas en toda España y hoy se cuentan en centenas de miles quienes practican en todo tipo de lugares, desde casas particulares, gimnasios y centros especializados. El lado negativo es que se ha dado cabida a lo que yo llamo yogas desnaturalizados, con todo tipo de mezclas como el “salsayoga”; incluso se ha pretendido patentar el yoga (como Bikram), que hasta el Gobierno de la India puso el grito en el cielo. Han surgido cadenas de pseudoyogas como de peluquerías o hamburgueserías; este es el lado más oscuro.
Otro problema de la popularización del yoga es que hay infinidad de personas que sin estar preparadas dan clase de yoga y de meditación, y eso es porque formar profesores se ha convertido en el gran negocio. Y se les crea la falsa expectativa de que van a poder vivir de ello. Pero luego no se les paga o se les paga 8, 9 o 10 euros por hora, cuando una señora de la limpieza cobra 15 euros.
¿Cómo le explicaría a un profano qué es lo que no debe faltar en el yoga?
Lo primero le diría lo que no es yoga. El yoga no es un deporte, ni una religión, ni una doctrina, no son dogmas, no es hindú ni cristiano ni mahometano ni sufí. Es igual para todos, los teístas, los ateos o los transteítas (los que van más allá de la idea de Dios). Pero sobre todo el yoga no es un culto al cuerpo. Tiene unas raíces que hay que respetar, y lo peor que le ha sucedido (y no nos damos cuenta de ello) es su paso por América del Norte, que tiene el don de desvirtuar, deformar, mercantilizarlo todo. Algunos autollamados yoguis de la India se fueron a Estados Unidos en los 50 y 60, con todo el boom de la nueva era y de los hippies, y empezaron a comercializar el yoga como un culto al cuerpo. Pero el yoga no es atletismo. Cual alguien me viene con esta pretensión, le digo: haz natación, haz pesas, haz aerobic… Una profesora de mi centro que ha practicado yoga clásico, Asthanga, Bikram, dice que los yogas atléticos “te ponen un trasero muy mono”, pero eso no es yoga.
Entonces, ¿cuál es la esencia del yoga?
No se puede entender desconectado del cuerpo y de la mente; sin consciencia, no hay yoga. El yoga tiene que ir siempre a alcanzar la mente, el espíritu, las emociones, las energías y el cuerpo. Si sólo sirviera para entrenar el cuerpo, para eso tendríamos la gimnasia olímpica, que es más efectiva. El yoga es básicamente ética, y nos dice que tenemos que ser virtuosos, compasivos, generosos, indulgentes… Hoy día casi nadie considera este pilar fundamental del yoga que es la virtud o la ética.
Tampoco se puede entender el yoga sin una vertiente espiritual, pero aquí viene otro problema porque esa vertiente no ha de ser religiosa, doctrinaria o adoctrinante. No es necesario raparse la cabeza, ponerse túnicas, decir mantras constantemente. Desde tiempos inmemoriales, el yoga es suprareligioso.
¿Y la actitud para vivir el yoga?
Es lo más esencial y lo que más se olvida. El yoga es una manera de vivir. Uno puede pasarse toda la vida haciendo asanas y pranayamas y no ser un yogui sino un faquir, un contorsionista. Yo les digo siempre a mis alumnos que para hacer bien las posturas, Nacho Duato nos da sopas con ondas. E verdadero yoga lo que pretende es transformar la mente para crear actitudes positivas. Que en lugar de ser despectivos, seamos constructivos; en vez de egoístas, cooperantes, y así sucesivamente.
Esa es la gran aportación del yoga…
La gran aportación y lo que puede cambiar la conciencia planetaria, no hacer mejor que nadie la postura de la Pinza. El cuerpo es una herramienta pero no el fin del yoga. En Occidente se ha olvidado el lado más místico, elevado, emocional del yoga, porque como el cuerpo-escaparate es una obsesión, ahí se pone todo el énfasis.
Pero de nada sirve practicar y practicar si no se produce un rotundo cambio interior. Tenemos que aprovechar la vida para que cuando vayamos a morirnos pensemos que en algo hemos evolucionado, nos hemos humanizado y hemos conseguido mejorar nuestra calidad de vida interna. Cada día desconfío más de todo lo que en esta sociedad se nos venden como valores, que en realidad son valores-basura o subvalores, y me voy afirmando en la idea de que cada uno es su propio maestro, discípulo, terapeuta y paciente. En estos últimos años lo que voy buscando es mi el maestro interior, la presencia de ser.
¿Qué dos recomendaciones esenciales daría a los practicantes?
Una, que vayan a las fuentes del yoga, que lean e indaguen en sus enseñanzas. Y, dos, que cultiven su vida interior, que utilicen las herramientas del yoga para su desarrollo, pero que en último lugar cada persona tiene que tomar las riendas de su vida. Eso es madurez, eso es yoga.
La meditación y la crisis
Dice Ramiro Calle que donde se ha dado el salto en la popularización del yoga de los últimos años es en la meditación. “Nos hemos dado cuenta de que es necesaria porque corremos el riesgo de alienarnos cada vez más, de acabar siendo robots. Entonces tratamos de volver un poco hacia nuestro hogar interior”. En época de crisis, continúa Ramiro, este fenómeno se intensifica porque nos damos cuenta de que no podemos confiar en nada. “Dijo Buda: tú eres tu propio refugio, qué otro refugio puede haber”.
Ese es el objetivo del yoga: humanizarnos. “El yoga es una técnica de evolución de la conciencia. En realidad no somos seres humanos sino homoanimales, pero podemos poner los medios para humanizarnos”.
Por Pepa Castro