No sé si por ignorancia, negligencia o malintencionadamente, hay un conferenciante y cursillista de fuera de nuestras fronteras que desaconseja la meditación, alegando algo tan infantil como que se nos pueden inocular los pensamientos negativos de otros y máxime si se practica en grupo. Escribe Ramiro Calle.
Cuando se hacen estas afirmaciones tan gratuitas, uno no puede por menos de quedarse perplejo, máxime cuando cada día es mayor el número de investigaciones científicas que avalan los beneficios de la meditación en todos los sentidos, siendo ya decenas de millones las personas que se benefician en todo el mundo de esta práctica milenaria y la primera técnica del orbe de mejoramiento humano.
Ya en sellos de cerámica muy antiguos (hablamos de miles de años de antigüedad, encontrados en civilizaciones arcaicas) se contemplan yoguis sentados en meditación. La meditación es el método más antiguo y fiable de entrenamiento mental, autodesarrollo, elevación de la consciencia, cultivo de la atención, reorganización de la vida psíquica, superación de estados mentales perniciosos y actualización de los potenciales internos. Es para todas las personas, de cualquier raza, edad o condición.
En el centro que dirijo de yoga vengo dando clases de meditación desde hace más de cuatro décadas y a más de 300.000 personas. Las más grandes mentes iluminadas de la Humanidad (Buda, Mahavira, Lao-Tsé, Patañjali, Jesús, Pitágoras, Shankaracharya, Tilopa, Padmasamvabha, Milarepa, San Juan de la Cruz, Kabir, Rumí, Ramakrishna y Ramana Maharshi, entre otras innumerables) se han servido de la práctica de la meditación en cualquiera de sus formas. ¿Os es que vamos va pensar que se trataba de alienados o lerdos, cuando han destacado, y mucho, por su inteligencia primordial, su sabiduría y su compasión en el más alto grado?
Uno de los textos más destacados de la tradición del budismo tibetano señala que la meditación está entre las diez cosas más imprescindibles y declara: «La meditación es necesaria para llevar a cabo las sublimes enseñanzas y que se conviertan en algo más que palabras». Cuando se le preguntó a Trungpa Rimpoché si había algún otro modo que no fuera la meditación para liberar la mente de sus trabas y encontrar la sabiduría, dijo: «Parece ser que no hay otro». Un destacado pensador contemporáneo afirmó: «Para este siglo, meditación o suicidio». Suicidio psíquico, obviamente, pues lo es el no progresar interiormente y estar cada día más alienado.
Liberar la mente
La práctica de la meditación no solo favorece a la persona que medita, sino que ésta representa una gran contribución a los otro seres sintientes. La lámpara encendida no se guarda la luz para sí. Mi admirado amigo Baba Sibananda de Benarés, ya desencarnado, siempre decía: «El camino más directo hacia el Ser, y más seguro, es la meditación». Mediante la meditación se desarrolla la verdadera benevolencia, la compasión y el amor.
Hay muchos grandilocuentes académicos que hablan de las cosas que no han experimentado y mucho menos su espíritu ha realizado. El conocimiento no es Sabiduría. La elucubración filosófica, metafísica o «científica» no es Sabiduría. No se trata, como muchos proponen, de obtener logros materiales (más y más de lo mismo, siempre acumulando y negociando incluso con la «espiritualidad»), sino realmente espirituales y que nos ayuden a humanizarnos. No se trata de seguir empañando los ojos, sino de quitarles el polvo de la ignorancia. La meditación libera la mente de corrupciones, de apegos y malevolencias. Y así, como reza el Dhammapada:
«Verdaderamente felices vivimos sin odio entre los que odian. Entre seres que odian vivamos sin odio».
Una puntualización más. Son muchas las personas que prefieren meditar en grupo y sobre todo al principio encuentran así la práctica más sencilla. ¿Por qué pensar que si hay personas a las que les vienen durante la sesión pensamientos nocivos van a condicionar o contaminar a las otras? Esa es una visión estrecha, mezquina. ¿Por qué no enfocar el tema de otro modo, correctamente, con visión acertada? Los que mejor meditan y ya han obtenido cierto grado de sosiego y lucidez van a ayudar, y mucho, a los que todavía no están tan avezados en la práctica. Es un hecho contundentemente demostrable.
Acabaré con una hermosa e inspiradora cita del Yoga Vasishtha:
«Ve y zambúllete en el sereno mar de la soledad espiritual y lava tu mente en el néctar de la meditación ambrosíaca. Sumérgete en la profundidad de la Unidad y aléjate de las olas saladas de la dualidad y de las aguas salobres de la diversidad.».