El hombre desde que nace está constantemente eligiendo. Su elección más importante es su camino hasta el final de sus días. Cuando esa elección que hacemos es hacia nuestra propia existencia, es decir, hacia nuestra esencia, entonces estaremos en el camino del Yoga. Escribe Mayte Aguado (Maheshwari).
Lo más complicado en este camino es conseguir una disciplina en la práctica, y para ello es necesario hacerlo de una forma lenta y gradual a fin de evitar una reacción contraria a la esperada.
Los resultados dependerán del objetivo, que no es otro que sosegar a la mente, observándola, escuchándola y haciéndola partícipe del cambio. El simple hecho de tomar decisiones en base a esa disciplina que queremos conseguir es utilizar un mandato, y debemos observar que cada vez que lo hacemos nuestra mente tira por el camino contrario o lo interpreta como una meta a lograr rápidamente para quitarse esa carga de encima. Haciéndolo así lo más probable es que no se pueda cumplir, ya que es como sobrecargar un músculo débil que con tanta presión terminará sufriendo un colapso.Tan sólo debemos reeducar la mente con valores positivos o, como se dice, vulgarmente, “darle la vuelta a la tortilla”.
Un buen principio es dejar de volcarnos de esa forma pasional y casi kamikaze hacia el mundo exterior, serenar nuestros sentidos, que son las antenas por las que recibimos una gran cantidad de información que entretiene nuestra mente y nos impide estar en los niveles más profundos de la existencia.
Mi humilde experiencia me ha hecho ver que las antiguas grandes enseñanzas, sin sucedáneos ni modificaciones -estoy hablando de las cuatro sendas del Yoga: Jñana Yoga (el Yoga del conocimiento), Raja Yoga (el Yoga del control mental y físico), Bhakti Yoga (el Yoga de la devoción) y Karma Yoga (el Yoga de la acción)- son grandes legados ya experimentados desde milenios, y lo más importante de ellas es que funcionan. De todas estas sendas se tiene mucho que aprender pero en este compartir quiero profundizar un poco en el Raja Yoga.
Hablar del Raja Yoga es hablar de Patanjali y del Yogasūtra, un sistema muy amplio que abarca también el Kundalini yoga, Kriya yoga, Mantra yoga y Dhyana yoga. Y ¿quién fue Patanjali? Resumiendo muchísimo, a él le debemos este gran legado: todos los que practicamos Yoga, indistintamente de la escuela a que pertenezcamos, seguimos en mayor o menor medida sus enseñanzas.
La gran labor de Patanjali se basó en la recopilación y sistematización de las enseñanzas que surgieron de la experiencia de los sabios Rishis a lo largo de la historia. Gracias a ello el Yoga adquiere la categoría de dhársana, es decir, el sistema filosófico de la India aceptado por los Vedas e incluido en seis escuelas (Mimansa, Vaisheshika, Nyaya, Vedanta, Samkhya y Yoga).
Como he dicho antes, hablar del Yoga de Patanjali es hablar del Yoga de los Vedas, el Yogasūtra. Y ¿en que están basados los textos del Yogasūtra? Se dividen en cuatro capítulos que en su totalidad contienen 196 aforismos o sutras, divididos en: Samadhi Pada (la súper consciencia), Sadhana Pada (la práctica), Vibhuti Pada (los poderes psíquicos) y Kaivalya Pada (la liberación). Cada uno de ellos es de gran importancia, pero en el capítulo del Sadhana y en el de Vibhuti se expone la estructura técnica para alcanzar el estado de Yoga (práctica y mente); en ellos se explica los ocho pasos para alcanzar la liberación: Yama, Niyama, Asana, Pranayama, Pratyahara, Dharna, Dhyana y Samadhi.
Esta técnica la comparo con una pirámide que consta de varios escalones donde existen ocho mesetas. Desde abajo no es posible ver lo que hay en la cima, por ello es importante pisar y sentir cada escalón, entenderlo para poder subir al siguiente hasta alcanzar su meseta, descansar y decir: “Sí, estoy. Y sí, soy”. Así hasta llegar a la última meseta de esta pirámide, llamada “Samadhi”, ese lugar al que no es nada fácil llegar ni aunque se sea yogui. Hace falta mucha disciplina y voluntad para poder conseguir ese estado donde sólo existe la Consciencia Pura, la Realidad Última y se está en una infinita bienaventuranza. Ahí es donde el yogui se eleva a la categoría de hombre iluminado (Jivamukta).
Como dice Krishna en el Bhagavad Gita (cap VI): “Aquél que halla su felicidad en la visión interior del Conocimiento, tiene sujetos sus sentidos y gozoso el corazón, debido a la experiencia de su propia vida interior. Sólo entonces puede reconocérsele como un Yogui en armonía. Una vez alcanzado este estado, para él, el oro no tiene más valor que las piedras de la tierra”.
Maheshwari (Mayte Aguado). Profesora de Yoga certificada por la Escuela Sivananda en Rudraprayag (India). Discípula de Fernando Díez. Colaboradora de la Fundación Vicente Ferrer y profesora de yoga en Guadalajara.