“Se dice que una persona está elevada en el yoga cuando, habiendo renunciado a todos los deseos materiales, ni actúa para complacer los sentidos, ni se ocupa en actividades fruitivas.” (Bhagavad Guita cap. 6.4). Escribe Mayte Aguado (Maheshwari).
Si hablamos de yoga, hablamos de liberación, de la abstracción más allá de la diversidad, más allá de los sentidos, más allá de cualquier explicación que pueda identificar la unificación del alma con la realidad última; la sola no existencia es existencia en sí misma.
Pratyahara
El proceso de saber interiorizar los cinco sentidos y experimentar un mundo en nuestro interior se le llama Pratyahara. Es la retracción de los órganos de los sentidos, de los objetos y de nuestra propia mente con todas sus sensaciones psíquicas, para poder comenzar a fijarse en una entidad y detener el flujo mental y fijarlo en un solo punto para poder continuar el proceso que culmina en el Samadhi.
Si controlamos por completo el poder de la percepción, haremos posible la reversión del proceso de exteriorización de la conciencia, dirigiéndola hacia adentro y centrándola en la esencia interior (atman), que es ese centro individualizado de la realidad.
La acción de dominar los sentidos significa liberar a la mente de los deseos relacionados con las demandas físicas, causantes de nuestra dispersión e impidiéndonos la liberación de las vanidades del exterior y bloqueando esa entrada hacia el interior.
Con el adiestramiento de Pratyahara, aprendemos a Estar, a Ser. Si observamos nuestros sentidos veremos que se mueven en un espacio de actividades externas-internas manteniendo un equilibrio en nuestro Ser, y el resultado es una experiencia en el mundo mucho más completa. Al principio puede parecer muy complejo y nos puede invadir la pereza y el desánimo, pero no debemos dejarnos convencer y para ello utilizaremos su antídoto, la práctica sin esperar demasiado, sin generar expectativas, fortaleceremos la paciencia, la prudencia en los análisis precipitados, que son fruto del enmascarado deseo del ego.
Debemos permanecer ante todo firmes en nuestra determinación, dejando que pase el tiempo en su bello fluir sin hacernos grandes preguntas, sin identificar o etiquetar el momento, permaneciendo como simples espectadores de nuestra propia realidad, porque de esa simplicidad encontraremos la grandeza del ser, donde pasaremos de ser espectadores a protagonistas de esa puerta abierta hacia el interior.
Aprender a despertar cada día
Ese momento de silencio y de recogimiento donde la conciencia se dirige hacia el interior es cuando más debemos ser fuertes de voluntad, llevando una conducta acorde con los principios morales, ya que es fundamental para nuestro propio beneficio como para la sociedad, porque no existe un uno sin el todo. Ya los Upanishad dejaron escrito que: “Las abejas toman el néctar de diferentes flores y después fabrican la miel. Una gota de miel no puede pretender que viene de una flor y otra gota de miel que viene de otra flor; la miel es un todo homogéneo. De la misma manera, todos los seres son uno, aunque no sean conscientes de ello. El tigre y el león, el lobo y el jabalí, la lombriz y la mariposa, la mosca y el mosquito, todos vienen del alma y pertenecen al alma”.
En este camino de búsqueda, debemos reconocer quienes somos, con los positivo y con nuestro comportamiento negativo, no para autoflagelarnos sino para que sirva como aprendizaje para mejorar nuestro Ser, fortaleciendo lo negativo con su opuesto, de forma amable, educando la mente sin exigencias, con el fin de «resetearla» sin dañar el disco duro, asimilando e identificando los patrones absorbidos en negativo para convertirlos en positivo y poder avanzar siendo testigos conscientes de lo que emana de nuestro interior.
Aprender a despertar cada día, reconociendo la pereza nacida del deseo y al propio entusiasmo que da rienda suelta al ego, viéndolos no como enemigos sino como compañeros de viaje, mostrando amabilidad de lo uno con lo otro, porque evitando esa peculiar confrontación, abandonaremos cualquier enfrentamiento con nosotros mismo y por lo tanto con lo que nos rodea.
Amor Universal
Hablo de ese gran amor que lo cubre todo. Es importante entender que no hace falta para sentirle la intervención de los sentidos, ya que ni la vista nos lo puede reflejar, ni el oído lo puede escuchar, ni el olfato alcanza a olerlo, ni el tacto puede alcanzar su esencia, ni siquiera el gusto puede degustar tan ansiado néctar. Llegar al Amor Universal sólo será posible cuando dejemos de creer que podemos, ver, tocar, oler, oír y degustar para identificarlo. Entonces será cuando nuestra mente abandone su voluntad de poner forma a lo que no la tiene; en ese momento habremos aprendido a amarnos y por lo tanto a amar.
Si te pregunto por qué y cómo amas lo que más amas, la contestación estoy segura que será: “No hay palabras para expresarlo”, y ello sucede porque de forma innata sabemos amar de verdad sin cuestionar, sin etiquetar, tan sólo dejar que exista, sin la necesidad de ver, tocar, oler, oír o saborear. Ello sucede por algo mucho más profundo, que es la consecuencia de no poderlo explicar. Amar todo lo que nos rodea visible e invisible sin hacernos preguntas eso es “Amor Universal”, el odio y la ira ya no tienen cabida en tu alma porque has aprendido a amar.
Yoni Mudra
Para terminar os recomiendo un ejercicio el Yoni Mudra, que permite que podamos conseguir separarnos del caos del mundo exterior por medio de la abstracción de los sentidos, y así ayudarnos a llegar a lo más profundo de nosotros mismos.
Usando los dedos de ambas manos, tapa las orejas con los pulgares, coloca los dedos índices en los ojos cerrados, con los dedos corazón tapa los orificios nasales sin presionar demasiado y con los dedos anulares los ponemos por encima del labio superior y los dedos meñiques debajo del labio inferior. Ahora inhala y exhala lentamente, y permanece por un tiempo en esa postura.
Con este simple ejercicio conseguiremos: aliviar el estrés, relajar la mente, estabilizar el sistema nervioso, mantener un estado de claridad mental y relajación para conseguir tranquilidad mental y desarrollo espiritual. Un sencillo ejercicio que nos facilitará el camino de nuestra búsqueda interior.
Con amor desde la inacción de los sentidos.
Maheshwari (Mayte Aguado). Profesora de Yoga certificada por la Escuela Sivananda en Rudraprayag (India). Discípula de Fernando Díez. Colaboradora de la Fundación Vicente Ferrer y profesora del yoga del Gimnasio Aylu de Guadalajara.