Vivimos en un momento de mucha confusión en el yoga. «Si los grandes yoguis que tenemos de referencia levantaran la cabeza y oyeran que alguien va a clase de yoga para desintoxicarse, para fortalecer abdominales o para quitarse el estrés, se caerían de espaldas», dice la fundadora de la Escuela Internacional de Yoga.
Por eso comenta Mayte Criado (fundadora y directora de la Escuela Internacional de Yoga, presidenta de la Federación Española de Yoga Profesional, vicepresidenta de la Federación Española de Entidades Formadoras de Yoga, miembro de la Junta Directiva de la European Yoga Federation) al principio de nuestra charla: «Que no calle Ramiro Calle, que no pare de repetir su discurso contra los pseudoyogas. Porque aunque haya gente que considere que Ramiro es de otra época y que no tiene que ver con los yogas modernos, para mí en este momento la voz de Ramiro Calle es de más actualidad que ninguna».
P: Tú, Mayte, que conoces muy bien el panorama de la enseñanza del yoga en España, ¿qué has visto, que detectas sobre este fenómeno de los “pseudoyogas”?
R: Mucha confusión. Ya no se trata de si se ha perdido o no el yoga más tradicional y genuino, porque tampoco estoy de acuerdo con que haya que estar toda la vida en manos de lo tradicional; yo soy una persona muy evolucionista en este sentido. Pero sí se está perdiendo el horizonte sobre cuál es la propuesta del yoga.
El otro día en un artículo de uno de los periódicos nacionales -que por cierto suele sacar bastante este tipo de artículos- leía: “Vientre plano con el yoga” o “ Adelgaza con una tabla de yoga”. Incluso el lenguaje es bastante agresivo hacia la esencia de lo que es y lo trata el yoga.
Y en esto hay mucha confusión, muchos supuestos yogas que se dedican a estar en línea con las modas, especialmente con una necesidad muy acuciante de mantenerse en esa vibración energética de los ritmos actuales. Y se están inventando “yogas” que vienen a alimentar ese ritmo, esa vorágine, ese lío mental que ya tenemos todos. Cuando en el yoga lo primero de todo es parar, aprender a parar la mente, a parar el ritmo, la vorágine de pensamientos. Parar para ver qué hay en la vida que me esté llamando a mí en este momento. Y para poder atender eso y responder a la vida necesito parar.
Todo el yoga, al menos el que yo conozco y que me ha sido transmitido y he aprendido, me ayuda a aprender a parar, y esto es muy difícil, no se logra en un día ni quizás en 20 años. Sí, en este sentido hay mucha confusión.
P: ¿De dónde proviene esa confusión? Porque en España hay escuelas y expertos en yoga muy competentes y serios… Y creo que los profesores que salen de las formaciones reciben buenas enseñanzas… ¿De dónde proviene ese otro «yoga» espurio, frívolo, oportunista?
R: Pues puede que provenga de esa necesidad que tenemos actualmente de “estar al día”. Hay como un tirón impresionante, y aunque tú estés formado bien, aunque tengas claro qué es el yoga y tengas muy desarrollado en tu interior los objetivos del yoga, y aunque no hayas perdido incluso esa conexión auténtica y genuina, te ves remolcado y obligado a avalar que hay estilos de yoga que te ponen el vientre plano, o que te desintoxican.
Si los grandes yoguis que tenemos de referencia levantaran la cabeza y oyeran que alguien va a clase de yoga para desintoxicarse o para fortalecer abdominales o incluso simplemente para quitarse el estrés, se caerían de espaldas. Pero esta es nuestra sociedad… Hay como una necesidad de estar ahí, de estar en lo que demanda también del yoga ese “ente” que al final conformamos todos…
Lamentablemente, al final, el mensaje del “vientre plano” tiene más fuerza que el de “mejórate como persona”. Nos guste o no, es lo que está sucediendo…
Ese es el punto clave. Por determinadas y numerosas razones, vende más lo primero. Porque estamos en un hipermercado global, y el yoga también está ahí dentro. Igual que los caminos espirituales. Entonces, no hay nada más difícil, al menos yo lo siento así, que mantenerse ahí dentro sin perder la autenticidad, la lucidez y el contacto con los objetivos que tiene el yoga.
Considero que la Escuela Internacional de Yoga forma muy buenos profesores, y otra cosa no tendrá nuestra formación pero sí la insistencia en transmitir la esencia de lo que es el yoga, que tiene que ver con un camino de transformación, con lo que decíamos antes de parar, de saber mirar la vida desde tus potenciales y capacidades, para responder con autenticidad.
Yo transmito esto en cada clase que doy. Pero entiendo que aunque los instructores de hoy día estén muy bien formados, se dejen llevar por las tendencias y mensajes que nos rodean, porque es que si no, quizás no van a poder dar una clase de yoga nunca. Y en este sentido volvemos a nombrar a Ramiro Calle -por eso digo que es más actual que nunca- porque él lo ha llamado alguna vez el “supermercado espiritual”. El consumismo espiritual hoy día es feroz, increíble.
P: ¿Qué podemos hacer, cuál debe ser nuestra respuesta?
R: También es verdad, y eso lo he dicho siempre, que este eco tan alto que tienen los caminos espirituales y en concreto el yoga, y todo el ruido que hace, también es síntoma de un gran movimiento de conciencia. No me cabe la menor duda de que tiene también su cara positiva. Pero es muy complicado nadar ahí dentro en este momento.
Yo lo vivo constantemente porque me muevo con mucha gente joven. Y como profesora de yoga a veces me veo arrastrada por ese tipo de modas y demandas. Alguna vez me he visto diciendo después de la Navidad: “una vuelta más de Surya Namaskar porque hay que bajar los turrones”. Y en ese momento soy consciente de que estoy diciendo algo que no tiene nada que ver con el yoga… Al final eso nos arrastra a todos.
P: El tema imagen física y apariencia tiene tanta fuerza… Y luego la diversión, porque aquello que suena a trascendente, se rehúye. La gente quiere pasarlo bien.
R: Sí, todo eso sucede mucho en nuestra sociedad; es la vibración de la que venimos. Por eso entrar en una clase de yoga y acceder al silencio… incluso puede ser vivido como agresión para quien llega de la calle o del trabajo, algo así como “qué me estás haciendo que me estás poniendo en un nivel energético tan opuesto al que traigo”.
Aunque también encuentras a mucha gente consciente de ello que trata de conciliar honestamente su práctica de yoga con su compromiso con la sociedad actual, con el siglo XXI, que tantas facilidades ha puesto a nuestro alcance. La clave es esa: ¿cómo conciliar lo que el yoga ha venido a enseñarme, la conexión con mi propia autenticidad, lo que soy, lo que la vida es para mí, con todo este atropello de información, de recursos, de ritmos acelerados, de demandas que la vida actual nos exige? ¿Y cómo responder a todo ello desde mi corazón, desde mi centro, desde mi propia autenticidad como ser humano y como ser espiritual? Pues esto no es nada fácil.
Realmente las mujeres y hombres del siglo XXI lo tenemos muy difícil, afrontamos un reto muy grande, y estoy convencida de que aquellos que están en el proceso de responder a la sociedad con verdadero compromiso, sin perder esta conexión con la realidad de lo que cada uno es (esta es la parte en la que el yoga nos ayuda), están practicando un yoga de muy alto nivel, más que nunca en la historia.
Estamos enfrentándonos a unas dificultades muy grandes. Por tanto, esto que está sucediendo también tiene una parte muy brillante. Yo quiero ver esas dos zonas; hay mucha sombra, sí, pero la luz es inmensa cuando aparece.
Hay mucha gente en yoga que tiene claro esto, pero el proceso es complicado. Por eso escuchar a personas que son referentes como Ramiro Calle (no hay nadie en el yoga que no le haya leído, incluidos sus críticos) hacerse eco de esto y que nos advierta constantemente de lo que no es el yoga, es una labor muy importante. Aunque nos duela, porque todos queremos que salgan adelante nuestros cursos, nuestros talleres…
P: Creo que la mayoría de la gente que enseña yoga en España trata de vivir y de enseñar honestamente. No parece que sea la que inventa esos yogas falsos y engañosos.
R: No, no son gente del yoga, evidentemente, pero están haciendo mucho ruido y creando mucha confusión, eso es innegable. Y el problema muy sutil que detecto es que se confunde la autenticidad con lo carca o lo tradicional. Si tú le das la espalda a esta vorágine que se ha formado en el yoga en nombre de la modernidad, tú eres una persona antigua, anclada en el pasado. Y esto no es verdad, al menos en mi escuela, ni en el caso de mucha gente que conozco. Yo no me considero una persona tradicionalista ni antigua, sino moderna, pero no quiero perder el contacto con la esencia del yoga, y la modernidad no puede hacerme perder esto. Ese fantasma es muy sutil pero también anda por ahí.