Gustavo Plaza I. es un respetado profesor de Yoga, meditación y orientalismo. Nacido en Ecuador, su guru es el Padre César Dávila. Se ha especializado en el estudio de los distintos senderos de autoconocimiento de la mística oriental y los variados procesos filosóficos de la India y el Asia en general.
Da clases desde 1994 y es miembro activo de la Asociación Escuela de Auto-Realización que fundó su maestro el padre César Dávila. Ha viajado en varias ocasiones a la India al contacto con las grandes tradiciones de espiritualidad oriental. Edita y escribe en la revista de yoga y espiritualidad Sadhana.
¿Cómo te inicias en el Yoga, cuáles eran tus circunstancias personales y vitales?
Desde muy temprana edad sentía una conexión particular con el Oriente. Mi padre practicaba meditación yóguica y recuerdo claramente algunas instrucciones que me compartió a temprana edad, yo era muy chico aún, quizás tenía seis años. Pero hasta mi adolescencia no comencé a dedicarme con seriedad a la práctica del Yoga.
Esa conexión con el Oriente, sobre todo con la India, siempre estuvo presente. Cuando cumplí 15 años sentía que había vivido mi vida muy apresuradamente, con los compromisos sociales de la juventud, las fiestas, las chicas, las emociones fuertes de estas etapas de la vida. Pero de alguna manera me di cuenta que esa era una vida vacía, sin sentido y que aunque aparentaba brindarte una felicidad perenne no era real.
¿Qué te impulsa a seguir el camino del Yoga?
Como en casa habían algunos libros de meditación y espiritualidad oriental, los comencé a leer, y hubo muchos que me causaron una impresión positiva. Los escritos de Yogananda, de Ramakrishna, de Vivekananda, los de Zen del Dr. Suzuki, todos me daban más luces a lo que buscaba. Pero en ese momento yo no entendía qué era Yoga, pensaba en él como en una gimnasia, no entendía su conexión con la espiritualidad, con Dios, la meditación, etc.
¿Cómo conoces al Padre César Dávila, quién era y cómo era este sacerdote?
Mi papá se dio cuenta de un cambio en mi personalidad, ya casi no salía con mis amigos, dedicaba horas al estudio de los libros y a meditar (realmente yo no tenía idea de lo que hacía). Entonces me llevó a conocer la Asociación Escuela de Auto-Realización, fundada por el Padre César Dávila. Me había dicho que era una escuela que seguía las prácticas meditativas de las grandes escuelas de la India, sobre todo la tradición yóguica de Yogananda.
Sin embargo, yo no había caído en cuenta de que el Padre Dávila era un sacerdote católico (risas). Mi papá me llevó a la escuela, pero esa parte no me la había explicado. Esto para mí era un infortunio pues yo no quería saber nada, absolutamente nada, de la Iglesia. Jesús para mí era fuente de inspiración y luz en mis días, pero la Iglesia Católica y sus dogmas y burocracias eran algo de lo que yo no quería ser parte.
Sin embargo, realicé el curso de Yoga y Meditación de la Escuela de Auto-Realización y esclareció muchas cosas que no eran claras para mí, me dio pautas para comenzar a practicar el Yoga como una ciencia integral del diario vivir. Puede entonces incorporar el Yoga a mi relación con mi familia, mis amigos y comprender que el equilibrio en la vida no está en los extremos, sino en el sendero medio, como dijo Buda.
Después de terminar el curso tuvimos un retiro en las montañas y por fin la oportunidad de conocer al Padre (el curso lo daba un profesor y no el Padre Dávila, pues él vivía en Quito y este centro era en Guayaquil). De este primer contacto nació una relación que físicamente duró hasta que el Padre dejó el cuerpo en 1999 y que perdura en mi interior como una guía y protección especial en mi vida.
El Padre Dávila era un hombre extraordinario, de una presencia poderosa y una firmeza única. Su conocimiento intelectual era sólo superado por su vivencia espiritual. Era un auténtico hombre de Dios. Antes de aprender la ciencia del Yoga se había graduado de doctor en Teología con el máximo honor: suma cum laude. Pero siempre dijo que esos estudios jamás resolvieron sus dudas espirituales, sino más bien trajeron más confusión. No fue hasta su contacto con la espiritualidad de la India , a través de los grandes maestros y sus métodos de meditación, que el Padre Dávila logró resolver sus dudas y convertirse en fuente de paz, amor y guía para los suyos.
Su desarrollo psíquico era notable, tanto que muchos lo consideraban un gran mentalista. Pero era su amor a Dios, su silencio interior y su serenidad lo que lo convertían en un auténtico guía espiritual. Como sacerdote siempre fue fiel a la Iglesia, haciendo que su escuela de meditación fuera reconocida por ella, pero nunca criticó otra religión o desechó personas por ser de otro credo. Fundó su escuela como una entidad no lucrativa y no sectaria que permitía que cualquier persona de cualquier credo pudiera acercarse a las enseñanzas del Yoga y la meditación.
¿Qué te enseña y cómo se transforma en tu gurú?
Desde el instante en que lo conocí tuvo en mí un efecto magnético. No importaba cuánto yo rechazara la religión católica, su guía era fuente de descanso para mi frenética mente y turbado espíritu. Aun cuando el Padre Dávila nos compartía pláticas y practicábamos Yoga y meditación, el entrenamiento que me dio siempre fue en lo cotidiano. La forma clásica en que los maestros enseñaban a sus discípulos en el Oriente.
Nuestra relación maestro-discípulo se desarrollaba principalmente en retiros en la playa, o el ashram en las montañas donde él pasaba momentos de interiorización. En visitas que hacía a nuestro centro, en visitas que le hacía yo a su casa en Quito. En cartas y llamadas telefónicas. Y por supuesto, en su guía interior en la diaria práctica. Siempre fue claro en señalar que él era solo un instrumento, nada más. Que el trabajo era de Dios. Nunca me dijo: “Yo soy tu maestro” o cosa parecida, jamás le dije: “Soy tu discípulo”. Era más bien algo natural, sin presiones, ni obligaciones complicadas más que tratar de practicar diariamente los métodos que él había comprobado para obtener la realización divina.
¿Si era un iluminado? ¿un ser realizado? Para mí, sí lo era. Pero tenía esa iluminación de la mente clara y el corazón bondadoso. Esa realización de ser realmente humano, con sus virtudes y defectos, con su sonrisa y su severidad cuando era necesaria. Sincero, franco, humilde, pero fuerte, firme y de carácter. Nunca lo vi encorvado, ni aun en su avanzada edad. Su ejemplo de práctica sostenida es hasta hoy mi fuente de inspiración. Nunca criticó mi desarrollo o mis prácticas espirituales, pero mis modales, costumbres, mi dispersión, puntos de vista y sobre todo mi ego fueron aplastados para rectificarlos y transformarme en un ser humano decente.
En su último año de vida, sentados en su casa en Quito, me dijo una vez: “Sigue con tus prácticas, sigue adelante, no te preocupes. El día vendrá, cuando tu madurez natural haya llegado y los frutos que habrás recogido serán tan grandes que sabrás valorar lo que has recibido. Sigue con tus prácticas que ese día llegará y tu madurez traerá ese desarrollo espiritual que busca el ser humano”.
¿Cómo vives actualmente el Yoga?
Primero, no hay Yoga si no lo practicas. Así que dedico diariamente una buena parte de mi tiempo a practicar meditación, pranayama, asanas, mudra, etc. Pero quizá lo más importante es vivir las guías éticas del Yoga. No podemos hablar de Yoga y vivir una vida llena de excesos, desordenada y superflua. La práctica del Yoga deben ayudarte a poder vivir una vida en paz, serenidad y equilibrio. Mi esposa podría responder mejor esta pregunta (risas) puesto que yo podría decir que soy una persona de paz y amor, pero son nuestros semejantes los que podrán decir que el Yoga nos hace efecto. Con mis limitaciones y defectos trato de vivir el Yoga hoy, sin pensar en el mañana.
¿Cuáles son, en tu opinión, las grandes aportaciones del Yoga, lo más importante que el Yoga nos enseña ?
Son muchas, ¡más de lo que podríamos enumerar! Salud radiante para el cuerpo, fuerza, equilibrio. Apertura de la mente y desarrollo de sus potencias. Comprensión de nuestra naturaleza física, mental, psíquica y espiritual. Reduce el estrés, nos regala una nueva visión de la vida, etc. Pero quizá lo más importante es que nos permite descubrir que en nuestro interior tenemos la fuente de paz y dicha más grande que existe. El Yoga nos devela la dicha de la paz interior.
¿Qué es para ti la espiritualidad?
Para mí es la verdadera humanidad. Un ser espiritual es quien vive realmente como un ser humano, en fraternidad, hermandad y amor. La espiritualidad es práctica, no tiene nada de misterioso: la tienes en el diario vivir. Los maestros de Yoga más importantes que he conocido son gente práctica, con sus pies bien puestos en la tierra, amigos del mundo y aportando a la sociedad con generosidad y valor.
Frente a la incertidumbre, las crisis, el hambre, ¿qué papel juega el Yoga?
El Yoga nos regala, como ya he mencionado, el descubrimiento de que llevamos la fuente de paz en nuestro interior. Crisis en la vida siempre habrá; lo que el Yoga te permite es, primero, ver con claridad qué se puede hacer frente a la crisis y encontrar las soluciones viables para mejorar.
El mundo siempre ha pasado por ciclos, a veces estás arriba, después abajo, arriba, abajo, arriba, abajo. Hoy puedes tener todo el dinero del mundo y mañana estar en la calle. El Yoga te recuerda que a nada debes apegarte, pues es pasajero, y tarde o temprano tendrás que dejarlo ir. Viniste al mundo con las manos vacías, te iras de él así. Si estás en paz, en serenidad,será siempre mucho más fácil poder enfrentar los grandes desafíos de la vida diaria. Frente a las crisis mundiales, frente al hambre, etc., el Yoga nos permite aportar nuestro grano de arena siendo fuentes de serenidad y sosiego para otros. Nos sensibiliza para ayudar dentro de nuestras posibilidades al prójimo y colaborar en su situación.
Los grandes yoguis han sido fuente de inspiración para voluntariados de solidaridad: hospitales gratuitos, colegios y universidades al alcance de los menos afortunados. Muchos otros distribuyen gratuitamente alimentos para gente de escasos recursos. El Yoga nos humaniza.
¿Cómo evoluciona la difusión del Yoga en Ecuador y Latinoamérica?
El Yoga y la espiritualidad se han venido difundiendo en Ecuador desde los años cincuenta. La visita de grandes personajes del Yoga, la creación de escuelas serias fueron determinantes en este proceso, no sólo para Ecuador, sino para toda América. En Ecuador personas como el Padre César Dávila, el Padre Rueda, la Dra. Vera de Köhn, entre otros, fueron puntos de referencia de gran importancia en este desarrollo.
Aunque por mucho tiempo el Yoga ha mantenido su pureza en estos países, siempre dentro de un marco integral, es lamentable decir que desde hace algunos años se comenzó a importar el Yoga gringo, con su exagerada preocupación por el cuerpo y su descuido casi completo de la mente y el espíritu. Quizá el único aporte que dio fue la popularidad que ganó el Yoga en estos años para poder llegar a más personas y ganar un espacio en el mundo moderno. Pero quiero dejar claro que sí existen maestros genuinos de Yoga en Estados Unidos, como es el caso de Sri Dharma Mittra o personas serias como Shannon Gannon y David Life, entre otros.
El problema radica en la propuesta del Yoga del cuerpo, el yoga de las olimpiadas, de la competencia, que en vez de producir serenidad, produce tensión. En vez de convertirte en una persona humilde, te transforma en una persona prepotente y engreída. Por suerte los estudiantes (y también profesores) han podido darse cuenta que ese procedimiento de USA es entrar a reducir la vastedad del Yoga. Las personas están regresando a las escuelas serias del Hatha-Yoga, Radja-Yoga, Bhakti-Yoga, Gñana-yoga, Tantra-Yoga, Laya-yoga, etc. Tienen el sincero deseo de profundizar más.Lo mismo está pasando en Latinoamérica. La gente que en los últimos años comenzó con estas prácticas enfocadas solo en el yoga de gimnasio, hoy ven la necesidad de avanzar a una práctica más profunda. Vamos por buen camino.
Si deseas hablar de algún tema o inquietud, hazlo libremente.
Quisiera para terminar sólo agradecer a las personas que me han aportado en este proceso: a mi maestro, gurú y mentor, el Padre César Dávila, cuya guía y cuidado jamás podré pagar. A los guías espirituales que me han regalado inspiración y valiosa enseñanza, entre ellos Sripad Sadhu Maharaja, Sri Swami Veda Bharati y Dharma Mittra. A mis padres que siempre apoyaron mis estudios de mística oriental. A mis amigos espirituales que han compartido sin reservas su conocimiento y experiencia, de forma especial a mi querido amigo Ramiro Calle, extraordinario escritor, maestro de yoga y orientalismo, y a mi hermano espiritual Andrei Ram, compañero de camino en el desarrollo del yoga en América Latina y cuyo ejemplo ha sido siempre fuente de luz. A mi bella esposa y compañera espiritual Claudia Musello, cuyo amor y amistad son mi fortaleza. A mis maravillosos hijos Valeria, Sebastián y Lucas, maestros de vida. A mis estudiantes de ayer, hoy y mañana por su confianza y generosidad. Y a ustedes por esta entrevista.